martes, 25 de agosto de 2015

Eterna Noche

No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo por el bosque. Estaba siguiendo la dirección de un pequeño y serpenteante arroyo. Me miré los pies al notar un ligero escozor, que fue yendo en aumento a medida que me calmaba y se reducía mi exceso adrenalina. Estaban sangrando.
Agucé el oído, sus pasos habían dejado de sonar, así que metí los pies en el agua corriente. Cuando la sangre dejó de emanar, me levanté para irme de allí lo antes posible.
Al darme la vuelta decidida a abandonar aquel lugar, allí estaba, a escasos metros de mí. Tardé un rato en reaccionar, pero cuando por fin fui dueña de mis piernas, comencé a correr otra vez sin descanso.
Me detuve exhausta unos minutos después, sin importarme que me alcanzara. Mis piernas temblaban bajo el peso de mi cuerpo, amenazando con doblarse si daba un paso más.
Se acercó unos metros e instintivamente di un paso hacia atrás pero él continuó caminando hasta que solo quedaron unos pocos centímetros entre nosotros. Esta vez parecía dispuesto a no dejarme marchar.

-Entiendo que estés asustada –me dijo con su voz aterciopelada-. No esperaba que reaccionases así.

Se hizo un pesado silencio. Las palabras se me atascaban en la garganta.
Aparté la mirada. ¿Qué esperaba? Le acababa de ver mordiendo a una persona en el cuello. Aunque ya supiera de la existencia de estos seres, fue un acto reflejo echar a correr. 
Alcé de nuevo la vista. Aún tenía restos de sangre en la comisura izquierda.

-La gente como tú… -me costaba procesar toda la información-. Bueno… Sois... Tenéis otra…

Llegado ese punto las palabras carecían de significado para mí, no sabía cómo continuar la frase sin parecer estúpida, aunque salir corriendo a través de un bosque y perder los zapatos había bastado para hacérmelo parecer.

-Naturaleza –musitó-. Pero sabes que no te haré daño, ¿verdad?

Esa última frase me desconcertó. Por alguna razón me hizo sentir culpable al haber huido sin dejar que por lo menos se explicara. Le conocía, o al menos eso creía, pues esta faceta suya nunca la había visto antes.
Me atrajo hacia sí y me besó largamente. Ese beso de sabor metálico me pilló por sorpresa mientras intentaba entender algo de lo que me había ocurrido en esos últimos momentos. Lo que yo no sabía era que después de esa noche, mi naturaleza cambiaría, y con ello, toda mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario