lunes, 24 de agosto de 2015

Resistencia


Galene salió al balcón, lentamente apoyó la mano en lo que quedaba de muro.
Su casa se situaba en lo alto de una colina desde la que se podía ver un extenso páramo yermo y desértico. La chica todavía se acordaba de lo que antaño fueron esas tierras. Tiempo atrás aquella extensión estuvo ocupada por tierras de labranza pertenecientes a lo que un día fue su pueblo, pero ahora todos los aldeanos habían sido destruidos al igual que sus pertenencias. Lo único que recordaba que aquella fue una aldea floreciente, eran los humeantes restos de las casas, algunas aún en llamas.
Sus ojos recorrían una y otra vez la grotesca escena, sin embargo, seguía impasible, con una expresión inescrutable. Su rostro, otrora altivo y bello, se veía cansado y demacrado. Estaba decidida a quedarse y luchar, aunque ya no quedase nada por lo que luchar. Galene, cuyo orgullo y entereza le habían hecho salir indemne de muchas situaciones, se giró bruscamente al oír un fuerte golpe en el piso de abajo; habían abierto la puerta.
Se dirigió de nuevo al centro de la habitación y alargó la mano lentamente acariciando, casi con ternura, la ornamentada espada.
Esta vez los ruidos se oyeron tras la puerta de la habitación. Agarró firmemente la espada y se encaró hacia la puerta, esperando a que ésta se abriera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario